ENTENDER LAS VACAS
A juicio del especialista Mario Sirvén, el principal error que comenten los operarios de las lecherías es considerar al bienestar de las vacas como si fuera su propio bienestar, es decir, partir de la base que lo que no les duele a ellos no les duele a las vacas. Esto, de acuerdo a su visión, no siempre es así.
Mario H. Sirven
La primera gran diferencia entre las vacas y nosotros es el desarrollo de la corteza cerebral. Nosotros somos una especie superior en la escala zoológica y las vacas lo saben. Como tal, podemos dominar a una especie inferior a través del miedo o del desarrollo de confianza. En los sistemas de doma de caballos, por ejemplo, se manejan dos alternativas para llevar a cabo esta tarea: el castigo (sometimiento) y la empatía. Por lo mismo, resulta fundamental conocer los sentidos, las sensaciones y las emociones de los animales que deseamos amansar y acostumbrar al medio y a los manejos en los que queremos que vivan (y trabajen o produzcan).
A paso rápido
Quizás la acción más frecuente que realizan los operarios de las lecherías y que no agrada a las vacas es el apuro. Los tiempos de las vacas no son los nuestros; tampoco lo es la “velocidad crucero” en el desplazamiento. Las vacas no están “pensando” en la hora, ni sienten la necesidad de hacer nada con apuro, salvo huir de un maltrato o de quien suele administrárselo. Esto es muy importante en el arreo hacia las instalaciones de ordeño, así como en el manejo dentro de las mismas.
La velocidad normal de desplazamiento de una vaca lechera de la raza Holstein es de aproximadamente 3 Km/hora, es decir, es menor a la del caballo o a la de una moto en manos de un operario apurado. Velocidades más altas, impuestas por el humano, son causa de estrés y de todas sus negativas consecuencias. Siempre hay que tener presente que cualquier factor de estrés hasta una hora antes del ordeño es causa de retención de leche, por dar sólo un ejemplo.
Hay que tener en cuenta que pasar de 3 Km/hora a 6 Km/hora es, sencillamente, duplicar la velocidad; algo que debe considerarse grave para las vacas lecheras en producción.
Otra costumbre muy arraigada, especialmente en determinadas zonas, es gritar o azuzar a las vacas mediante otros ruidos (chiflidos, por ejemplo). Es sabido que los ruidos fuertes estresan a las vacas, así como lo hacen los ruidos muy agudos. También se ha probado que las vacas no se acostumbran a las cosas que les son desagradables, aunque a los humanos nos parezca que sí por la falta de reacciones visibles por parte de ellas.
ARTICULO COMPLETO EL ARTE DE ENTENDER LAS VACAS