LAS VACAS LECHERAS ES AFECTADA POR EL ESTRÉS CALÓRICO
En los últimos 25 años, el incremento de la producción de leche se ha relacionado con una reducción de la fertilidad al primer servicio entre 0.5 y 1 % anual (Beam y Butler, 1999; Royal el al., 2000) con un retraso en el re-inicio de la actividad ovárica post-parto (Staples et al., 1990), del primer servicio (Faust et al., 1988) y de la concepción (Osen et al., 2003). Así mismo, la mayor productividad láctea se ha asociado también con un mayor porcentaje de vacas con anestros prolongados y con retrasos en la ovulación y la luteólisis (Royal et al., 2000). Lo que reduce la eficiencia reproductiva de los hatos lecheros (Faust et al., 1988; Butler, 1998; Lucy, 2001; Ravagnolo y Misztal, 2002; Osen et al., 2003).
II. ALTERACIONES PRODUCTIVAS, FISIOLÓGICAS Y METABÓLICAS EN VACAS LECHERAS BAJO CONDICIONES DE ESTRÉS CALÓRICO
2.1. Adaptaciones fisiológicas y mecanismos de disipación del calor
La intensificación de los sistemas de producción de leche impone en los animales grandes demandas fisiológicas, que sólo pueden ser satisfechas cuando existe la constitución genética adecuada y se garantiza un ambiente donde ésta pueda expresarse. La temperatura ambiental confortable para el ganado lechero ha sido estimada entre los – 5 y 20 ° C (Shearer y Beede, 1990), mientras que el umbral máximo no estresante se ha estimado entre 25 y 26 ° C (Berman et al., 1985).
Las funciones básales del organismo explican entre el 35 y el 70 % del total de la producción diaria de calor, proporción que varía dependiendo de la cantidad, calidad y tipo de alimento consumido, así como del nivel de producción láctea, ya que se ha demostrado en vacas con mayor producción láctea una mayor generación de calor metabólico, que en las vacas no lactantes (Shearer y Beede, 1990b).
Si a lo anterior se le suma el incremento de la temperatura corporal y de la tasa respiratoria por efectos del calor ambiental (Wolfenson et al., 1995; Trouth et al., 1998; Wilson et al., 1998 a; Roth et al., 2000; Guzeloglu et al., 2001; Umphrey et al., 2001), entonces se incrementa la posibilidad de que la vaca lechera entre en estrés calórico, que se ha definido como el límite o punto en el que el calor generado o ganado por la vaca es superior a su capacidad para eliminarlo (Hansen, 1994).
Para eliminar el calor generado y almacenado en su cuerpo, las vacas responden con una reducción del consumo de alimento y de la absorción de nutrientes, con una menor actividad física, con un incremento en el consumo de agua y de los requerimientos de potasio y sodio. Así mismo, se incrementan la tasa respiratoria, la temperatura corporal, el flujo sanguíneo periférico, la sudoración y el jadeo (Kibler, 1950; Shearer y Beede, 1990a; Shearer y Beede 1990b; Hansen, 1994; Shearer y Bray, 1994; West, 1999)
Se ha observado en vacas expuestas a condiciones ambientales calurosas, una reducción de las concentraciones plasmáticas de somatotropina, triyodotironina y tiroxina (Magdub et al., 1982; McGuire et al., 1991). Esta reducción se ha relacionado con un consumo restringido de alimento, y se ha
Cuando el gasto energético es mayor al consumo, las vacas entran en un balance energético negativo (BEN), entonces utilizarán sus reservas corporales y catabolizarán glucógeno por lo que perderán peso corporal (Grummer, 1995; Butler et al., 1998; Kendrick et al., 1999; Butler, 2000).
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