MANEJO Y ALOJAMIENTO DE TERNEROS
Asegurar y evaluar dicho bienestar es una cuestión compleja, sobre todo porque la terminología y los factores que contribuyen a esta valoración del bienestar animal no han sido claramente definidos.
Tengamos en cuenta que el bienestar es un estado dinámico, no estático, puesto que procesos fisiológicos como la edad, las respuestas hormonal e inmune, el crecimiento o el estrés exhiben fluctuaciones de frecuencia diversa.
También están en constante variación los factores ambientales (temperatura y humedad), la alimentación o las interacciones sociales y conductuales con los otros animales del rebaño o con el personal que les atiende.
Se han propuesto diversos métodos e indicadores para evaluar el bienestar que incluyen parámetros patológicos, fisiológicos, productivos y conductuales, incluyendo la valoración del sufrimiento o del dolor.
El conocimiento del comportamiento habitual del ternero ayuda a evaluar su bienestar bajo siste- mas comerciales de explotación. Este comportamiento incluye conductas básicas como descansar, levantarse, comer, beber, rumiar, andar y jugar. La duración y frecuencia de estas conductas varían con la edad y están determinadas por factores como el tipo de suelo, la calidad de la cama o la superficie disponible.
Quizá sean los terneros el grupo de animales de una explotación bovina al que se le ha prestado una menor atención; quizá por tratarse de una fase improductiva, en el sentido monetario del término. Los datos recogidos en muchísimas granjas nos dicen que se mueren demasiados terneros, con las pérdidas económicas que ello supone.
Una de las principales razones de los altos índices de mortalidad (aunque no la única) es el inadecuado alojamiento en el que se coloca a los terneros durante esta fase crítica que son sus 2-3 primeros meses de vida. Frecuentemente, tampoco el manejo que reciben durante las primeras semanas parece ser el más adecuado.
En la mayoría de las explotaciones el ternero es separado de la vaca en las primeras 24 horas de vida y, posteriormente, alimentado con leche o lacto reemplazante en cubo o mediante botella (o cubo con tetina), habitualmente dos veces al día
También es problemática la conducta de suc- cionar los pequeños pezones de las terneras por parte de otras. Algunos ganaderos han observado secreción de leche en estas pequeñas terneras como respuesta a una intensa succión. Asimismo, si son alimentadas con leche procedente de vacas con matitis, y estas terneras succionan los pezones de otras, existe el riesgo de que las bacterias causantes de la matitis puedan quedar retenidas en los pezones y en la ubre hasta el día en que dichas terneras empiecen a producir leche.
La ingestión temprana de calostro de alta calidad tras el nacimiento se ha demostrado como el factor más importante de protección del ternero. Éste nace con un sistema inmune incompleto por la falta de anticuerpos en sangre. Esto es debido a que la placenta bovina no permite el paso de moléculas grandes como son las inmunoglobulinas. El primer calostro debe ser ingerido entre los 30 minutos y las 8 horas tras el parto, debido a que:
- Tras el nacimiento, la absorción intestinal de estas macromoléculas sólo es posible durante los primeros días de vida, capacidad que va disminuyendo a lo largo de esos días hasta anularse completamente.
- También el nivel de inmunoglobulinas en el calostro disminuye rápidamente: a las 16 horas, sólo contiene el 60% de la concentración inicial.
- Debe desarrollarse completamente el sistema inmune antes de que los microorganismos patógenos puedan establecerse en el ternero. La presión de infección es muy alta en las explotaciones intensivas.
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